jueves, 3 de mayo de 2012

Tan sólo un beso...

-Ayer hice una tontería.
-Ajá.
-¿Pero a dónde iba a ir yo? ¡Pobre idiota! Si no tengo dónde ir…
-Tu reacción fue desproporcionada.
-Puede. Sólo necesitaba un beso.
-Estabas dormida.
-No importa. Con un beso… me hubiera quedado tranquila.
-Pensaba hacerlo… más tarde.
-Ya. El problema es que yo nunca soy lo primero.
-¿Después de cómo te pusiste? ¡se me quitan las ganas!
Anoche ella hizo su maleta. Metió cuatro prendas desordenadamente. Cogió un poco de dinero y se lanzó a la calle rumbo a… ¿a dónde? ¿a la estación? ¿para qué? Sólo para que él se lo impidiera. Pero no lo hizo. Vagó la madrugada como un zombie estúpido, esperando una reacción que nunca se produjo. Ni fue tras de ella… ni la llamó.
Comprendió lo absurdo de su escena y volvió despacio a casa, arrastrando su maleta llena de ilusas ideas. No entró en seguida. Se sentó en la escalera y dejó que sus ojos descargaran un llanto que la acusaba de idiotez y pretensión.
-¿Por qué siempre espero que reacciones como un hombre?
-Sabes que no pienso ir tras de ti.
-Lo sé. Y aún así… sigo esperando.
-No te canses.
-Ya lo he hecho.
En algún otro lugar, un hombre la esperaba con el corazón ilusionado. Deseando amarla . Dispuesto a luchar por ella.
En algún rincón de la esperanza, otro hombre la imaginó subiendo al tren de la felicidad que ambos merecían.

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