viernes, 4 de mayo de 2012

Botellas vacías

Este relato es de mi hija. No he podido resistir copiarlo aquí. (con su permiso) smile




Yo era un pirata de luces, pirata de viento, pirata de nada. Navegaba sin rumbo, con el céfiro a veces como aliado, a veces como enemigo que convocaba tormentas que yo enfrentaba gustoso. El mar gritaba historias y aventuras y yo, capitán altivo, hombre libre, acudía a su encuentro.
Pero cuando la noche caía me encontraba a solas conmigo...
Yo amaba mi barco y amaba mi mar infinito, y amaba las estrellas sin nombre, porque sin nombre podía amarlas a todas, besarlas a todas...pero ninguna era realmente mía, ninguna amaba en verdad. Ese lucero igual a aquel otro, como otra botella brillante y vacía.
Sí, eso tenía...muchas botellas vacías de ron, vacías de estrellas.
La madera crujía bajo mis botas en el tiempo en que todo está dormido y en silencio y el aire huele a salitre y a botellas vacías. Mi barco se mecía en la cuna del mar arrullado por la espuma. Y yo era una figura solitaria. Estaba conmigo y tenía miedo. Recorría con las manos el áspero cuerpo del timón que giraba indeciso, sin saber qué estrella perseguir esa noche.
Un capitán no es un capitán sin su parche. Yo no era tuerto, pero lo usaba, ¿qué clase de pirata no tiene ni parche ni estrella?
-Ah, por qué tenía que quedarse todo en silencio...No quiero oír el silencio, Céfiro, ¡aquí me tienes! ¡ lucha conmigo!
Pero nada ocurría y me quedaba otra vez solo con mis pensamientos...Y gritaba por oír mi voz y rompía las botellas vacías de estrellas y desgarraba las velas y conjuraba a Neptuno hasta quedar en el suelo sollozante.
Qué clase de pirata llora sin estrella...
Entonces arranqué el parche y miré directamente a los ojos negros de la noche. “¿Quién eres tú?” Pregunté con rabia a las estrellas sin nombre.
Y fue cuando la vi...sonaba a plata en mis oídos el canto de aquella sirena que me miraba desde arriba. Su cuerpo de espuma blanca de mar.
En mis largas noches de pirata había visto mil estrellas, pero jamás había contemplado la luna.
Quedó quieto entonces el timón, y sentí algo extraño, creo que era una sonrisa. Por fin tenía un rumbo. Tiré el parche por la borda, me despedí de las estrellas sin nombre que nunca amé y desperté a mi barco.
Y aquí me ves, en medio del océano pero con mi estrella. Aquí sigo, con sonrisa y con rumbo. Y ahora soy libre, porque amo a mi estrella. Sigo navegando, bebiendo los vientos, escuchando las historias que grita el mar. Ya no me da miedo estar solo, porque esa luna blanca es mi estrella. Busco el lugar donde el mar se une al cielo, porque esa luna blanca es mi estrella y tengo que ponerle nombre.


Irantzu Cruz Anes. 

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