jueves, 3 de mayo de 2012

Diosecillo que ya no...


Me hablas de él,tierra baldía.
Hombre de arena que sustenta sus espacios
en la frágil peana de un ídolo
a punto de caerse. Inestable y débil
su figura prepotente.
De barro inane,sus pies.
Ni es tan grande, ni inefable
su poder que ayer me subyugaba.
Tierra de nadie, la profundidad de tu garganta
me cuenta que es tuyo el diosecillo que alzaste.

Pero ya su silueta se derrumba,
como la espuma es el eco de la ola bravía
que a tu orilla se asoma y muere.

Arrastrando hacia el mar su furia vana.
Hermoso, sin duda. Como un paladín fugaz
que enarboló mentiras para hacerse amado.

Pintándome horizontes vácuos y felices
donde hoy sólo queda hipocresía.

Hablando de sus besos aún puedo emocionarme.
Y combatiré mil veces por llegar hasta la línea
donde pueda hacerlos míos y yacer junto a su cuerpo,
adorado fantasma que a mi alma seducía.

Pero ya no será más un yugo ni una carga.
Te hablaré, tierra que de él me hablas,
de cómo ahora soy mía.
De que puedo recostarme o caminar sin que sus ojos
me observen soberbios desde arriba.

De que ya no debo a nadie pleitesía.
De que sigo siendo aire sin jaula ni cerrojos.
De que no tengo más dios que el alma que me inspira.

Y que tú, tierra que agarra y esclaviza,
no puedes retener el viento que soy y que me habita.
Sabrás que sigo amando... pero ya jamás seré un despojo.

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