Todas las pasiones de mi alma
reventaron de golpe a tu contacto
y fuí mujer de fuego, pura llama,
en la hoguera enfurecida de tus manos.
Desataste la lujuria, el desenfreno
que habitaba mi reloj enmudecido
y al asirme como yegua mis cabellos
fui mujer de viento embravecido.
Cercenaste uno a uno mis temores
como mítico guerrero sin espada.
Hiciste que se fueran los temblores
y fuí mujer de mar, mujer de agua.
Moraste en cada uno de mis poros
plantando la semilla del deseo.
Y fuí mujer de tierra que un tesoro
guardó fertilizando su desierto.
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