No sé por qué me gasto
en pensarte.
Por qué pierdo mi paz
con tu recuerdo
Por qué aquella inocencia que mataste
aún grita suplicando tu clemencia.
Rebuznas con tambores de galeras,
-boga de ariete en el dolor-
incrustado todavía en mis rincones,
sorprendido, sin embargo,
al comprobar mi fortaleza.
Perplejo, te llevaste la sorpresa
al verme resurgir -a pesar de ti- airosa,
pues sigues siendo tú -tan poca cosa-
que sólo hiciste daño al alevín,
dejando al pez mayor libre de anzuelo.
El tiempo me ha cambiado
-y aún cuando queda la humedad en mis heridas,
sin ánimo ni afán para cerrarse-
tu piel sigue vestida de babosa;
mas yo trascendí mi condición de larva
y hoy comparezco frente a ti batiendo alas,
-altivo el vuelo-
y la mirada de invicta mariposa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario