viernes, 4 de mayo de 2012

Calvario


Nunca he escrito poesía religiosa. Pero quise hacer un intento. Bué... ésto es todo lo que supe hacer.

Participé en las risas y el escarnio.
Estuve allí, profiriendo insultos al Cordero.
Mentí -testigo falso-
contra el Amor más puro y verdadero.


Cargué sobre tus hombros un madero,
viéndote arrastrar culpas ajenas
y no me conmoví, ni me dio pena,
tu rostro de amargura y tu Calvario.


Clavé con mi egoismo cuatro clavos
en medio de tus pies y tus muñecas
y al verte allí desnudo me he sumado
a las burlas y al rencor del populacho.


Hiciste una pregunta y -espantado-
rasgué hipócritamente mi vestido:
"¿Por qué me abandonaste, Padre Mío,
y muero injustamente y sin pecado?"


Oí aquel grito desgarrado y abatido
al tiempo que el perdón me concedías.
A Dios tu Espíritu inocente encomendabas
y toda tu misión se vio cumplida.


Perdóname tú a mí, Hombre Divino,
por entender tan tarde que tu Vida
fue el Pan que me ofreciste de alimento
y en tu sangre,que entregaste sin lamento,
me diste de beber el mejor Vino.


No hay comentarios:

Publicar un comentario