Te disfrazo de armadura,
tan valiente,
que imagino tus hazañas
sobre un puente
donde no habrá de pasar
villano alguno.
Y me miras
como ausente,
ajeno al paraíso
de mis sombras,
perlado del rubor
que acaso ahoga
tu inútil decisión
de no quererme.
Te sueño de raiz,
árbol latente
que a punto de brotar
desde mi tierra,
retorna mil veces
a la fuente
donde vuelves a ser
tan sólo un mito.
Te he creado como un juego.
Galopando entre ser y no ser
amor urgente.
Caballero de ayer
que en mi presente
se filtra paladín
de aves nocturnas.
Te asomas a mi voz
y me confundes.
Apenas un halago
manso y breve,
que hace mi motor
potro salvaje
y el alma al rojo vivo
se me enciende.
Ni sé ni quiero poner nombre
al loco abatimiento que me inunda
cuando tu corazón me roza leve
y vuelves mi razón, noche profunda.
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