jueves, 3 de mayo de 2012

Esclavo de su deseo


Lo he intentado varias veces. Pero siempre el amo ha conseguido darme caza. Juro por el Gran Espíritu que volveré a hacerlo tantas veces como sean necesarias hasta alcanzar la libertad. Así me lleve por delante a cien de estos demonios blancos que te echan el lazo y te arrastran como un perro entre patadas e insultos. Pero esta vez ha sido distinto. El ama sorprendió al capataz a medio camino de la hacienda, volviendo del río donde me encontró. Me llevaron a rastras igual, pero no consintió que me dieran una sola patada más en su presencia. Al llegar a los lindes de la propiedad ella se hizo cargo de mí.-Yo le daré su merecido. –aseguró a sus hombres.Sabían del carácter del ama, así que no emitieron ni una sola protesta. Además… en ausencia del amo, ella era la única que podía imponer su voluntad.Me introdujo en el cobertizo, hizo que me ataran las manos en el gancho que colgaba del techo y ordenó a los hombres que se fueran.Ya imaginé mi suerte. Mi colérica ama tomaría su látigo y daría veinte latigazos a este negro que osaba escapar de sus dominios.No fue así.El ama Raquel se aseguró de que sus hombres se habían alejado, cerró la puerta con el tranco y se acercó a mí con un paño untado en bálsamo y comenzó a curarme las heridas.-¿Por qué te empeñas en huir de mí? – preguntó casi con dulzura, muy cerca de mi oído y sin esperar respuesta. –Tú eres mi negro.Estaba tan acostumbrado a oir esa frase que no me ofendí. ¿Puede un esclavo, nacido esclavo, hijo y nieto de esclavos, sentirse herido por aquella verdad tan asumida?Pronto este negro notó cómo las suaves pasadas de bálsamo se convertían en caricias. Tímidas al principio. Definitivamente rotundas, después. El ama me levantó el rostro y se encontró con mis ojos de sorpresa que poco a poco expresaron excitación y deseo.La señora de la hacienda es hermosa. Una cascada de rizos rojos caían sobre sus hombros blancos como leche y suaves como plumas de pichón. Sus manos se convirtieron en palomas ágiles revoloteando por mi pecho que subía y bajaba presa de deseo y miedo.-Eres tan… fuerte.- dijo acariciando mis pezones y siguiendo la línea central de mi abdomen. Su dedo delicado dibujó el contorno total de mi torso y sentí deseos de tocarla, pero mis manos atadas al techo se crisparon en un gesto de fustración. Sus caricias se tornaron más seguras. Sus palmas abiertas exploraban mi cuello, mis hombros… bajaron por mi espalda hasta alcanzar mis glúteos que contraje en un acto reflejo. El ama se apartó un instante y mirándome provocadora se despojó lentamente de su vestido. Me mostró lo espléndido de su cuerpo… aquel cuerpo que alguna vez imaginé y que aparté súbito de mi mente, pues no es licencia del negro desear a su ama blanca. Ahora, en cambio, lo tenía frente a mí como una fantasía materializándose, lasciva y poderosa. Era curvilínea y maciza.Sus pechos grandes y rotundos me regalaban unos pezones generosos que se acercaron a mi boca exigentes, con la urgencia de una orden.No supe si debía. Después de todo ella era mi ama. No está bien que un negro interprete órdenes tácitas… pero ella me sacó de dudas, acercando mi cabeza hasta sus pechos, empujando suavemente con su mano mi nuca despejada.El ama Raquel echó hacia atrás su cuello blanco al tiempo que su cuerpo se contraía en pequeños espasmos y su suave garganta dejaba escapar grititos de placer. Sus manos seguían explorándome, ¡maldita sea! Mientras las mías se sentían inútiles, atadas en aquella incómoda postura que amenazaba con descoyuntar mis hombros. Ella urgó en mis pantalones. Se deshizo de mis harapos y tomó posesión de mi pene, irremediablemente erecto . Yo creí enloquecer de rabia por no poder tocarla pero, después de todo… soy su negro. No está bien que un negro toque a una mujer blanca. Lentamente mi ama me cubrió en un íntimo abrazo. Sus pechos contra mi pecho, su vulva devorándome la única certeza que le queda a un esclavo de que es hombre. …La idea de hacer un nuevo intento por escapar de mi cautiverio se fue diluyendo lentamente. El Gran Espíritu (si es varón) sabrá entenderme…

No hay comentarios:

Publicar un comentario