jueves, 3 de mayo de 2012

Perdóneme padre porque he pecado


-Ave María, Purísima…
-Sin pecado concebida.
-Perdóneme , padre, porque he pecado.
-Cuénteme, mi´ja
-Pues… usted verá, padre…me acuso… de tener pensamientos impuros.
-¿Pero otra vez, hija?
-Otra vez, padre. Pero es que usted no entiende mi desdicha. Usted no ve que, al menos una vez al mes, soy víctima de algún demonio más que malvado, que viene y me arrebata el sueño y me trae la ansiedad, padresito. Si fuera un varón…. pues que hasta le diría …pues … como que la amanecí con bandera izada…. Pero pues …como que no soy varón… pues …como que eso no se ve padre, pero siento unos nervios y una mojadera bien grande.
-¡Ay, Lupita por Diosito Santo! ¡qué regráfica que me´res…! Y bien, mi´ja… ¿qué pensamientos son ésos?
-Ah, pues! ¡Lo de siempre, padresito! Que no más amanecen las cuatro en la madrugada… y a mí me viene a la mente su cara, padre. Y pienso en usted…. Y como que me realboroto toda… Y siento que sus ojos azulotes y bien bellos me observan en la oscuridad y como que unas ansias bien tremendas se me concentran aquí, padre, ya usted ve… justo en esta zona que las mujeres decentes no nos tocamos. Y yo no lo hago, padresito, se lo juro, pero imagino cosas bien peores, digo yo. Y, entonces, siento como que los pechos se me ponen bien duros y gordototes, padre, como dos pitones mirando al cielo….
.-¡Virgen Santísima, Lupita! ¡Por el amor de nuestro Señor! No hace falta que seas tan expresiva.
-¡Pues tanto así, padre! ¿y entonces cómo iba a entender? Le decía que la punta de mis domingas se hacían grandes como ciruelas pasas, padresito. Y las ansias esas que le cuento van creciendo más y más y, para no caer en la tentación de tocarme allí… levanto mis brazos por encima de mi cabeza y agarro la almohada bien fuerte, padre, como para sujetarme las ganas ¿sabe usted?. Pero entonces…. Mi cuerpo se arquea como una ola… y de a poco ya es un mar encabritado, mire usted. Y ahí viene lo peor, padre… porque lo imagino a usted cubriéndome este cuerpo mío que ya parece un potro desbocadote, presa de un deseo bien enorme, padre… y puedo verle bien clarito a usted, padre ( y aquí me va a perdonar) pero … siento que sus manos intentan domar la locura que le entra a mi piel en estas noches y me sujetan firmes la cintura. Y luego usted se monta a ahorcajadas sobre mí como quien cubre yegua y, poco a poco, usted me va calmando esta especie de posesión diabólica que de a tanto viene a mi recámara, padresito, con la cosa enorme que le sale de la criadillera.
-Ya cálmate, Lupita. Son sólo alucinaciones del demonio.
-Pues yo le juro, padresito que le veo en esas noches tan claro como ahorita. Y tengo que levantarme bien temprano para ir al campo, padre, (que la cosecha no se recoge sola) pero con estas angustias que me entran … apenas duermo y voy a laborar hecha una piltrafa bien apaleada, padre.
-Bueno, bueno, hija…recemos juntos al Señor, para que el demonio no venga más veces de la cuenta a tu recámara… que en el pecado ya llevas tú la penitencia.
Por cierto, Lupita…
-Dígame, padresito.
-¿Te queda aún de la hierba que te di para que tomaras los días 7 de cada mes? Ya sabes que son importantísimas para ahuyentar (Dios nos asista) al mal diablo.

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