Me hiciste pedigüeña
de un amor que ya era mío.
Y acabándose el estío
murió también mi primavera.
De otoño revestida -o mutilada-
me asomo gris a tus aceras,
queriendo -y requiriendo-
las sobras que de ti aún me alimentan.
No busco ser mejor de lo que era.
No pido pulcritud ni último aviso.
Tan sólo ser el fin -no la quimera-
que busques impaciente y sin permiso.
No quiero dar a luz a quien no soy.
-Tal vez fuí siempre la crisálida.-
Abarco lo que ves. Sin más frontera
que aquella socorrida alma de viento
que un día se filtrara entre tus grietas.
A parte de eso...¿no lo ves?
No tengo márgenes ni esquemas.
Sólo te quiero.
Sólo quiero que me quieras.
Con el margen ampliado, resulta grata la visita por estos lares.
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