jueves, 3 de mayo de 2012

La princesa de cristal

Ella lo volvía loco. Lo volvía loco, literalmente. Su amor se había vuelto obsesión. Aquella carita de niña… aquel cuerpo de incipiente mujer… sus pechos pequeñitos…sus curvas provocadoras y aquella sonrisa entre pícara e inocente.
¿Cuánto tiempo hacía? Tres, tres años. Con apenas trece ya la tomó por posesión y ahora, a los dieciséis, seguía siendo tan suya como entonces. Sin embargo hoy la pequeña zorra se atrevía a desafiarlo.
Hasta ahora había conseguido mantenerla bajo su yugo. Ella se doblegaba a sus caprichos, a su deseo infinito de poseerla. Un simple bofetón o una amenaza bastaba para chantajear su frágil voluntad. En el fondo era una pobre estúpida que le temía y tal vez le odiara, pero ¿qué importaba eso mientras siguiera siendo suya?
Pero ahora, la muy puta, se le enfrentaba. Sus chantajes emocionales parecían no asustarle tanto como al principio. Sus palizas no tenían el mismo efecto. Podía ver el odio en sus ojos cuando lo miraban desde un rincón del suelo, donde descargaba su furia contra ella y la golpeaba una mil y veces.
¿Qué estaba pasando? ¿Creía , acaso, que podría dejarle tirado así como así?
¿A él? Le había dado todo cuanto quería, la trataba como a una princesa, la llevaba a restaurantes caros , la colmaba de regalos y la amaba hasta la locura… ¿Cómo podía ser tan desagradecida?
-Si me dejas… me mato. –probó a decir una vez más, como tantas otras, después de golpear con fuerza el rostro que tanto deseaba.
-¡Muérete! –se atrevió a gritar ella -¡Muérete y déjame en paz!
La miró desconcertado. Nunca había osado replicarle de esa forma. ¿Qué estaba pasando? ¿Ya no lo respetaba? ¿Acaso la golpeó más fuerte de lo habitual? ¿No era ya la misma niña insegura y manipulable que se partía bajo su mano? ¿Qué le daba aquella fuerza súbita?
Ella se levantó lentamente, manteniéndole la mirada retadora. Se bajó la falda y se alisó el pelo, en un intento de recobrar la dignidad.
-Muérete –repitió observando triunfante la expresión de desconcierto en el rostro de aquel hijo de puta.- ¡Nunca más! Se acabó. Ya no me das miedo. Ya no más. Ahí tienes la ventana… lánzate y estampa tu asquerosa cabeza contra el suelo.
Comenzó a alejarse con las piernas temblorosas y el corazón a punto de salírsele del pecho. Se volvió antes de cruzar la puerta.
-Y nunca más vuelvas a tocarme –dijo amenazadoramente, sintiendo que toda la fuerza del universo se despertaba en su interior. - … O te juro por Dios que seré yo quien te mate, así pasen cien años.
Se perdió de su vista caminando lo más firme que pudo y su boca, sorprendentemente, dibujó una sonrisa al evocar el rostro del hombre al que amaba. Aquel príncipe azul que, sin saberlo, le había dado fuerzas y la llave mágica para salir al fin de su celda de castigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario