jueves, 3 de mayo de 2012

La visita de un Dios (III )

- ¿Estás segura de que no hay otra forma? –preguntó con absoluta desolación La perspectiva de morir achicharrado como una chuleta a la parrilla no le apetecía en absoluto.- El fuego es la única puerta. –Aseguró Hulna. Su rostro inexpresivo y bellísimo no se alteró lo más mínimo..La luz tenue de las llamas dibujaba sombras fantasmagóricas sobre su blanca piel otorgándole un aspecto siniestro, que en nada ayudaba a la determinación de Blay.- ¡En fin! –se resignó el escritor encogiéndose de hombros. – No me vendrá mal pillar moreno Hulna no pareció entender el chiste y, con un rápido moviendo, se apoderó literalmente de él, apretando su brazo como temiendo que llegara a arrepentirse y saliera huyendo. Pero Blay , aturdido, se dejó conducir dócilmente hacia la chimenea, mientras una sensación de irrealidad le invadía progresivamente, haciéndole perder toda conciencia de tiempo y espacio. Le pareció, (podría jurarlo), que disminuía de tamaño al tiempo que las llamas lo devoraban sin que sintiera daño alguno ni la mínima sensación de calor. Alguien, desde el otro lado, estaba haciendo bien su trabajo. El último contacto con la realidad fue un lejano ladrido que le llegó, como entre sueños, andes de… Xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx …desvanecerse. Algo en su mente se negaba a reconocer que aquello estuviera ocurriendo. Aquello no podía ser verdad. Alguien estaba gastándole una broma. Estaba seguro que en cualquier momento aparecería una guapa desconocida con un ramo de flores que le mostraría la cámara oculta… y saldrían sus amigos riendo y aplaudiendo, se oiría la música de algún programa de televisión y todos se reirían un rato. Pero en lugar de eso creyó sentir cómo alguien le hacía tragar una copa de caldo ardiendo, mientras cientos, miles de campanas sonaban a su alrededor con un tañido estridente, insultante casi. Abría y cerraba la boca como para decir algo. Imposible. Era como si una mano gigante le agarrase la garganta y apretara fuerte con la clara intención de dejarlo sin aire. Estoy borracho, acertó a pensar. Borracho y durmiendo la mona. Eso es. Dentro de un momento me despertaré sobre mi bonito sofá marrón de piel de vaca y nos reiremos de todo esto. Tú y yo. ¿eh, Hulna? ¿Hulna?. La visión, borrosa al principio, fue definiéndose hasta hacerse nítida y sólida. Allí estaba ella, apretando su mano con exagerada vehemencia, clavándole las uñas hasta casi hacer brotar sangre de sus dedos de escritor. Los ojos cerrados de la mujer aumentaban la palidez de su rostro aún en medio de las llamas… ¡¡Llamas!! ¡Santo Dios! Aquello era fuego y él se estaba “bañando” literalmente en la chimenea como si… como si nada. Dos, tres segundos y la pesadilla había terminado.- Me he despertado. –Decían las campanas-. Estoy en mi casa, junto al bueno de Sam, cómodamente sentado en el sofá marrón de piel de vaca, a punto de engullir otra cerveza. - ¿Dónde estoy? – Aquel no era su acogedor sofá.- Bienvenido a Kronniak, maese Blay. El dueño de la voz era un hombre alto y corpulento, envuelto en una vieja y ajada túnica, que le miraba con simpatía acercándose con algo en las manos. Blay se incorporó del duro camastro de madera húmeda y vieja. Por un instante contempló a su anfitrión y tuvo la seguridad de que lo conocía. ¡Era Quilvin! El mago que tanto había ayudado a Traylor en su lucha contra las fuerzas tenebrosas de Farlow, el siniestro. ¿Cómo era posible? ¡Bah, qué tontería! ¿De qué se sorprendía? A estas alturas cualquier cosa que ocurriera debería parecerle lo más natural del mundo. Aunque no podía dejar de mirarle con recelo y aún preguntarse si no estaría completamente loco, después de todo. El rostro del mago era amable e inspiraba confianza. Con un gesto le invitó a tomar el bebedizo sonriendo ante la duda razonable del escritor que hizo una mueca de recelo. Lo que quiera que fuera aquella bebida olía a orín de gato.- Te hará bien. –Aseguró Quilvin acercándole más el cuenco de madera. Blay pareció resignarse y al fin se llevó la vasija a los labios. Sabía a mil demonios, pero después de todo, no hubiera soportado otra cerveza y necesitaba beber algo que aliviara su castigada garganta. -¿Cómo llegué hasta aquí? –preguntó intentando acostumbrarse a la penumbra de la habitación. -Te trajo Hulna –El mago se sentó junto a Blay y le dio una amigable palmadita en la rodilla- con mi ayuda, claro. -Sí, sí…pero… ¿cómo puñetas he atravesado el…? -Eso no importa. –Cortó Quilvin levantándose y paseando por la estancia como quien prepara un discurso complicado. (... ya sigo y éso biggrin

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