domingo, 6 de mayo de 2012

página 13

Poesía hecha dolor
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Versos rasgados que me hirieron
al brotar de su sangre la belleza
y aunque son dardos de amor y sutileza
no fue menor dolor el que me hicieron.

Regalas tu canción
-como del cielo-
con notas que no son mi melodía,
vertiendo la pasión con tal poesía
que es duro no ser voz para cantarla.

Intento enmudecer cada palabra
que arriba al corazón haciéndose de sable.
Pero es de otra prisión
-y tú lo sabes-
mi alma que se siente prisionera.

No es vana -sin embargo-la quimera
que sabe alzar el vuelo,ama y sueña.
Pues no hay mayor amor que la utopía
de aquellos que no esperan... mas se entregan.

Es un caldo caliente de ambrosía
el espíritu valiente que se eleva
y enlazan notas dulces que armar puedan
el más bello dolor hecho poesía.





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Amanecer

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Bueh... no lo trabajé mucho, es cierto.


Amanecer contigo,
-pies calientes y manos encendidas-
borrando del recuerdo sus heridas,
sintiendo tu cuerpo como abrigo.

Así,tu aliento en mi nuca,tan de cerca,
-prefacio del día más perfecto-
se inicia la mañana,cual promesa.

Y van tus dedos trepadores
conquistando las provincias de mi espalda
en pacífico trato, embajadores.

Ya no sé -ni encuentro las razones-
para no verme rendida en esta plaza.
Y asumo mi derrota con templanza
cambiando las pistolas por claveles.



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Desde mi ventana

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Me siento a la paz de mi cocina,
con el sol pugnando por colarse
y dejo que lo filtre la cortina,
asomado como niño tras los árboles.

Firma su luz el documento
escrito desde antiguo, cual promesa
que en el cielo graba la escritura
como un pacto de amor que Dios hiciera.

Me besa el firmamento en su rutina,
y el sonido del día lo acompaña.
Rabilargos y garzas que se empeñan
en dar banda sonora a mi rincón de paz
que huele a vida.

Me otorgan su canción las abubillas,
jugando el viento en la palmera.
Gorriones que a los pinos y a la encina
se suben rama a rama -su escalera-.

Escribo el mundo que me mira
y la quietud feliz que me rodea.
Mirando mi ventana, se diría,
que nada hay más allá
que al alma se le ofrezca.

Aquí quiero vivir,
huida del bullicio y del asfalto.
Que no son para mí los aires de ciudad
con sus aceras,
teniendo aquí, por carretera,
la hierba como rúbrica a mis pasos.





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OIGA, CHACÓN

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No suelo hacerlo.... pero creo que esta vez merece la pena.
MARUJA TORRES

"Señora Chacón, dígame que nuestros soldados no están muriendo en vano en Afganistán. Que la arriesgada misión que España desarrolla en dicho país va consiguiendo enterrar el burka, promover la educación de las mujeres, abrirles la asistencia sanitaria y otras minucias que suelen agradar al bello sexo, e incluso, en ocasiones, facilitar su ascenso hasta las más empinadas cimas. Júreme que las tropas extranjeras han conseguido allí algo más que construir un estadio de fútbol, apisonar unas cuantas carreteras, montar unos dispensarios y regalarle un armario para abrigos al títere Karzai.
Si nuestra lucha es noble, me cuente entonces por qué demonios sigue en su sitio la alcaldesa de Cunit, después de su conducta en el caso Fatima Ghailan. Fatima, musulmana y mediadora cultural en el Ayuntamiento de esa localidad tarraconense, fue acosada por el imán de su comunidad y otros fanáticos por no seguir sus rancias costumbres, e interpuso denuncia contra ellos. Alberich la amonestó, diciéndole que iba a causar un conflicto social.
Explíquenmelo, señora Chacón y otras damas del Gobierno: ¿conflicto social por aceptar la forma de vida, más civilizada y libre, que este país ofrece a sus mujeres, y que nosotras queremos para nuestras hermanas sometidas? Que el señor Montilla no sepa y no conteste es natural. Por eso es el señor Montilla: quizá si fuera la señora Pubilla estaría de acuerdo conmigo. Pero que ustedes, las encumbradas socialistas, no pongan firmes a Judit Alberich, es una ofensa. No ya a las mujeres, que estamos acostumbradas, sino a los muchachos que mueren en Afganistán, según dicen, por defender nuestros valores.
Fatima debería recibir de ustedes una medalla póstuma. Ha caído víctima de la insensibilidad oficial, y con ella caen las esperanzas de cuantas quieren quitarse el velo de la mente y de la cabeza. Ganan los extremistas. Felicidades."

Contraportada del Pais, por MARUJA TORRES


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AMANECIENDO

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Amanecí bebiendo soles
y corales.
Cielos y tierra se juntaron
para darme alimento
y primaveras.
Hoy gritaré a los siglos
inmortales
que no voy a morder sus odios
y miserias.

Amanecí vestida de esperanza
para acudir alegre
a festivales
donde no tiene sitio
la tristeza
ni conocen mi nombre
los dolores.

Amanecí bañándome en la fiesta
que llueve la sonrisa,
y los colores
extienden su tapiz
sobre la sombra amarga
del recuerdo gris,
tan frío y pobre.

Amanecí cubierta de amapolas,
tumbada junto al fuego de la vida.
Haciéndole un poema a la deriva
del alma y de la luz...
hecha rapsoda.




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Mi madre en el espejo

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La sombra caída.
Mi madre en el espejo.

Los trazos infinitos
sobre el cómic eterno
de los mundos de una niña
que no fue patito feo.

Y aquí ando
-como un Nostradamus cualquiera-
encriptando imágenes
del paisaje de mi vida
que soy y pretendo.

Reclutando los años
aferrados con uñas de inocencia
a la vida pequeña de un sueño.
Transcendida del tiempo.

Buscando un corazón
en el pecho de hojalata
y un pensamiento nuevo
mezclado con la paja
para darle valor
al rugido de un león
que no es tan fiero.

La sombra caída.
Mi madre en el espejo.
Asomada al futuro
que se arruga.

Tropezando en el dolor
de saber que se hace viejo
el genio poderoso
que habitaba entre los miedos.

Me miro y casi encuentro
el mañana que soy.
El presente que padezco.

La sombra caída.
Mi madre en el espejo...




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Mi hombre

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Tu eres mi Norte, hombre.
la vía dorada de los besos.
La culminación de mi Universo,eres.

La sombra ceñida a mi cintura
desplegando con soltura
la vida en su contoneo.

Tu eres la multitud que necesito.
El precio que no admite regateo.
La pulpa de mi fruta consentida.
La viga que sostiene y que sostengo.

Alcanzas mi contorno y te poseo
porque eres mi amplitud,hombre,
y firmas el perímetro del alma
con rúbricas de amor y de deseo.

Tu has descolgado la luz de atardeceres
que en la luz de tus ojos se confunde
y me has cubierto de temblores la mirada
para observarme del todo enamorada,
sabiendo que eres tú mi amor,mi hombre.



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La princesa de cristal (fin del martirio)

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Ella lo volvía loco. Lo volvía loco, literalmente. Su amor se había vuelto obsesión. Aquella carita de niña… aquel cuerpo de incipiente mujer… sus pechos pequeñitos…sus curvas provocadoras y aquella sonrisa entre pícara e inocente.
¿Cuánto tiempo hacía? Tres, tres años. Con apenas trece ya la tomó por posesión y ahora, a los dieciséis, seguía siendo tan suya como entonces. Sin embargo hoy la pequeña zorra se atrevía a desafiarlo.
Hasta ahora había conseguido mantenerla bajo su yugo. Ella se doblegaba a sus caprichos, a su deseo infinito de poseerla. Un simple bofetón o una amenaza bastaba para chantajear su frágil voluntad. En el fondo era una pobre estúpida que le temía y tal vez le odiara, pero ¿qué importaba eso mientras siguiera siendo suya?
Pero ahora, la muy puta, se le enfrentaba. Sus chantajes emocionales parecían no asustarle tanto como al principio. Sus palizas no tenían el mismo efecto. Podía ver el odio en sus ojos cuando lo miraban desde un rincón del suelo, donde descargaba su furia contra ella y la golpeaba una mil y veces.
¿Qué estaba pasando? ¿Creía , acaso, que podría dejarle tirado así como así?
¿A él? Le había dado todo cuanto quería, la trataba como a una princesa, la llevaba a restaurantes caros , la colmaba de regalos y la amaba hasta la locura… ¿Cómo podía ser tan desagradecida?
-Si me dejas… me mato. –probó a decir una vez más, como tantas otras, después de golpear con fuerza el rostro que tanto deseaba.
-¡Muérete! –se atrevió a gritar ella -¡Muérete y déjame en paz!
La miró desconcertado. Nunca había osado replicarle de esa forma. ¿Qué estaba pasando? ¿Ya no lo respetaba? ¿Acaso la golpeó más fuerte de lo habitual? ¿No era ya la misma niña insegura y manipulable que se partía bajo su mano? ¿Qué le daba aquella fuerza súbita?
Ella se levantó lentamente, manteniéndole la mirada retadora. Se bajó la falda y se alisó el pelo, en un intento de recobrar la dignidad.
-Muérete –repitió observando triunfante la expresión de desconcierto en el rostro de aquel hijo de puta.- ¡Nunca más! Se acabó. Ya no me das miedo. Ya no más. Ahí tienes la ventana… lánzate y estampa tu asquerosa cabeza contra el suelo.
Comenzó a alejarse con las piernas temblorosas y el corazón a punto de salírsele del pecho. Se volvió antes de cruzar la puerta.
-Y nunca más vuelvas a tocarme –dijo amenazadoramente, sintiendo que toda la fuerza del universo se despertaba en su interior. - … O te juro por Dios que seré yo quien te mate, así pasen cien años.
Se perdió de su vista caminando lo más firme que pudo y su boca, sorprendentemente, dibujó una sonrisa al evocar el rostro de aquel hombre al que amaba. Aquel príncipe azul que, sin saberlo, le había dado fuerzas y la llave mágica para salir al fin de su celda de castigo. Sólo por él fue capaz de poner fin a aquella tortura. Sólo el nuevo amor que sentía le imprimió valor para huir del infierno.

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