jueves, 3 de mayo de 2012

A pesar de todo...


-Que ni piense que voy a ser yo el primero en tocarla. Mírala… ahí está ella… dando vueltas en la cama… rozándome disimuladamente… como si yo no fuera a darme cuenta de lo que pretende. Pero lo nuestro no tiene arreglo ya. Está decidido. Es el fin. Pero… ¡qué carajo! Restriega sus muslos en mis rodillas distraídamente y yo sé que lo hace queriendo. ¿De verdad cree que conseguirá algo haciéndome sentir sus pezones puntiagudos en mi espalda? Si es que ya no la soporto…
Hmmm ¡vaya! ¿qué te parece? Ya ni se molesta en disimular. Me acaricia descaradamente la columna con las yemas de sus dedos. Suavemente. Como si me estuviera pidiendo perdón. Pero yo ya no quiero perdonarla. Recorre mi espalda lentamente, dibujando mi silueta. La nuca… el cuello… la curva de mis hombros… No lo conseguirá. Que se le quite de la cabeza. Sus trucos de Eva ya no dan resultado conmigo.
Pero ella sigue. Sus manos resbalan por mi cintura y bajan por los glúteos dibujando círculos concéntricos lento… muy lento… ¡joder! ¿pues no que…? Me está “atacando” la delantera… como quien no quiere la cosa. No lo conseguirá. ¿O sí? Después de todo yo soy un hombre y ella es una hembra hermosa.
De acuerdo!! Pero no te equivoques. Esto no es lo que parece. Volteo hacia ella y la miro en la penumbra. Su cabeza apoyada en la almohada… la silueta de sus hombros recortándose a contra luz … sus piernas moviéndose provocadoras… No sé si darle un puñetazo o devorarla. Al fin mi mano se va sola hacia su cuello y en lugar de ahogarla acaricio suavemente su garganta y voy bajando hasta sus pechos. Los mismos que libé durante años. Los únicos que me han hecho hombre y niño al mismo tiempo. Mi excitación ya no se puede ocultar. Estoy a su merced y ella lo sabe. Al final lo ha conseguido y ya no puedo dejar de tocarla. Lentamente al principio… recorriendo su piel que se me escapa y, casi con tristeza, mis dedos hacen el camino aprendido después de tanto tiempo.
Mis manos derraman caricias dulces pero ahora ya mis dedos son garras que aprietan, estrujan, aprisionan. Mi boca busca con urgencia su pecho ansioso y mis ganas de morderla aumentan cada vez que la siento bella y odiosa. No te soporto… te deseo… te odio… te amo… te odio…
La acaricio con furia y ella lo goza. No se me resiste y sé que disfruta mi ira tanto como yo. Gime, se arquea, se restriega contra mí pidiéndome más violencia incruenta, más pasión. Me anima a seguir con sus movimientos arrítmicos y cada vez más descarados. Exploro entre sus piernas… se me abre como un cofre… como siempre ha hecho. Generosa. Dispuesta siempre para mí, sin una queja. Su humedad me excita y acelera mis ganas de entrar una vez más en mis dominios. Pero son mis labios los que descienden hacia ella. Y sus jugos me recuerdan la hiel y la miel de nuestra vida juntos.
Se me entrega. Siempre se me entrega y su boca ávida y ansiosa sale en busca de mi dureza con la urgencia del que siente que algo se le escapa. Mi pene es suyo y ella lo sabe. Con él aprendió y con él se convirtió en maestra.
Ahora somos uno. Y juntos nos vamos al cielo desde el infierno que somos.
Me dejo caer sobre su pecho acelerado. Beso sus pezones nuevamente con dulzura y nos vuelve la pena y la nostalgia.
-No pienses que esto cambia nada- me dice sin embargo.
-No hablemos de eso ahora.-contesto con amargura.-No enturbiemos el momento. Ya hablaremos mañana.
Y cuando llega mañana los dos sabemos que es cierto. Nos seguiremos amando… pero ya no hay marcha atrás. Tan sólo buscaré su cuerpo y ella el mío, alguna vez. Cuando sintamos que los lazos del deseo son más fuertes que la imposibilidad de vivir juntos.

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