jueves, 3 de mayo de 2012

Primavera (diario de Marieta V)

Querido diario:





Mi clavicordio sigue sin hacer sonar sus notas mÁ¡s amables .Miro hacia atrÁ¡sá?¦y no me encuentro. Busco dentro de mÁ­, pero ya no estoy. Mi mundo infantil y majadero evoluciona cuesta abajo hacia el universo gris de la experiencia triste del dolor, el vacÁ­o, el asco y la vergÁ¼enza.


Parece como si una caterva de acontecimientos me precipitaran a un precipicio, asesinando a la niÁ±a que fui. Al borde de la vesania, una Marieta loca, sin sentimientos, se deja arrastrar sin voluntad, sin alegrÁ­a.


El sÁ¡bado me llevÁ³ a la playa. Me apetecÁ­a pillar moreno, asÁ­ que me pareciÁ³ una buena idea. PensÁ© que irÁ­amos en pandilla. Cuando estoy con el grupo son los Áºnicos momentos en los que rÁ­o, ocultando mi amargura en las ocurrencias de los chicos, espontÁ¡neos y divertidos. Pero no. Fuimos solos. Y me sorprendiÁ³ montando una tienda de campaÁ±a. Á¿Para quÁ© la querrÁ­a? Pronto salÁ­ de dudas. Siempre he sido cobarde, pero en aquella ocasiÁ³n el miedo no era irracional, sino un temor que me despertaba de la niÁ±ez para sumirme en la pesadilla que nunca imaginÁ© fuera la adolescencia.


Me dijo que entrara con una exigencia que no dejaba lugar a la desobediencia. Me resistÁ­, sin embargo. No querÁ­a. Me tomÁ³ por el codo y apretÁ³. Sus ojos despedÁ­an fuego. Pude ver la horrible vesania de un hombre cegado por la lascivia.


EntrÁ© en silencio, temblando, sin atreverme a llorar.


CerrÁ© los ojos, sumergiÁ©ndome en la noche mÁ¡s oscura, y me dejÁ© hacer. Fui una muÁ±eca rota en sus manos. Me sobÁ³, lamiÁ³, mordiÁ³á?¦QuerÁ­a huir, escaparmeá?¦ Pero cuando intentaba librarme de Á©l sus dedos se hundÁ­an en mis brazos y su mirada furiosa abortaba cualquier intento de fuga. El temor me paralizaba.


SÁ³lo tuve conciencia de mÁ­ cuando sentÁ­ un hueso duro clavÁ¡ndose en mi pubis. Me saliÁ³ la voz apenas oscilando en un hilo aterrorizado.


Su cuerpo, aplastando el mÁ­o, se moviÁ³ por los espasmos de la risa. Al parecer no era un hueso lo que presionaba mi monte de Venus y mi ocurrencia provocÁ³ su hilaridad.


Me dijo que era una niÁ±a. Que mi inocencia le conmovÁ­a y le hacÁ­a desearme mÁ¡s aÁºn. No me forzÁ³. Se echÁ³ a mi lado y, sonriendo, me pidiÁ³ que no me preocupara, que no me harÁ­a suya hasta que fuera mayor.


Pero en mi conciencia yo me sentÁ­a violada.

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