Querido diario:
Mi clavicordio sigue sin hacer sonar sus notas mÁ¡s amables .Miro hacia atrÁ¡sá?¦y no me encuentro. Busco dentro de mÁ, pero ya no estoy. Mi mundo infantil y majadero evoluciona cuesta abajo hacia el universo gris de la experiencia triste del dolor, el vacÁo, el asco y la vergÁ¼enza.
Parece como si una caterva de acontecimientos me precipitaran a un precipicio, asesinando a la niÁ±a que fui. Al borde de la vesania, una Marieta loca, sin sentimientos, se deja arrastrar sin voluntad, sin alegrÁa.
El sÁ¡bado me llevÁ³ a la playa. Me apetecÁa pillar moreno, asÁ que me pareciÁ³ una buena idea. PensÁ© que irÁamos en pandilla. Cuando estoy con el grupo son los Áºnicos momentos en los que rÁo, ocultando mi amargura en las ocurrencias de los chicos, espontÁ¡neos y divertidos. Pero no. Fuimos solos. Y me sorprendiÁ³ montando una tienda de campaÁ±a. Á¿Para quÁ© la querrÁa? Pronto salÁ de dudas. Siempre he sido cobarde, pero en aquella ocasiÁ³n el miedo no era irracional, sino un temor que me despertaba de la niÁ±ez para sumirme en la pesadilla que nunca imaginÁ© fuera la adolescencia.
Me dijo que entrara con una exigencia que no dejaba lugar a la desobediencia. Me resistÁ, sin embargo. No querÁa. Me tomÁ³ por el codo y apretÁ³. Sus ojos despedÁan fuego. Pude ver la horrible vesania de un hombre cegado por la lascivia.
EntrÁ© en silencio, temblando, sin atreverme a llorar.
CerrÁ© los ojos, sumergiÁ©ndome en la noche mÁ¡s oscura, y me dejÁ© hacer. Fui una muÁ±eca rota en sus manos. Me sobÁ³, lamiÁ³, mordiÁ³á?¦QuerÁa huir, escaparmeá?¦ Pero cuando intentaba librarme de Á©l sus dedos se hundÁan en mis brazos y su mirada furiosa abortaba cualquier intento de fuga. El temor me paralizaba.
SÁ³lo tuve conciencia de mÁ cuando sentÁ un hueso duro clavÁ¡ndose en mi pubis. Me saliÁ³ la voz apenas oscilando en un hilo aterrorizado.
Su cuerpo, aplastando el mÁo, se moviÁ³ por los espasmos de la risa. Al parecer no era un hueso lo que presionaba mi monte de Venus y mi ocurrencia provocÁ³ su hilaridad.
Me dijo que era una niÁ±a. Que mi inocencia le conmovÁa y le hacÁa desearme mÁ¡s aÁºn. No me forzÁ³. Se echÁ³ a mi lado y, sonriendo, me pidiÁ³ que no me preocupara, que no me harÁa suya hasta que fuera mayor.
Pero en mi conciencia yo me sentÁa violada.
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