Te reconozco en cada sombra
que dibujas y plasmas
con hábil sutileza.
No en vano te proclamas de la piel
y de la tierra y heredero universal
de tantos bienes como el mar
en toda su grandeza.
Eres el otro Adán que huele a salitre
y siembra de cadáveres marinos
la orilla que se nutre de las olas.
Ése es a quien conozco o lo pretendo
y no al que se cubre de caretas
y da la imagen más parcial
del hombre subterráneo,
hecho de barro y hojas secas.
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